La quintaesencia de la función poética

(William Arsenio Pereira)

-Mirá, Teresa, un poema en sánscrito,
una de las lenguas más antiguas.

-¿Quién lo escribió?

-Autor anónimo. En esos tiempos, la
mayoría de los autores eran anónimos.
Había pocos, y nadie pensaba en la 
trascendencia, la posteridad, ni los
derechos de autor.

-Me imagino  ¿y dice la fecha?

-No, ni sé si en esa época se usaba. Gracias
que podían escribir algún poema como éste.

-¿De dónde lo sacaste?

-Bueno, en realidad lo escribí yo…

-¿Y desde cuándo sabés sánscrito, vos?

-No, no entendiste. Vos sabés que no sé, pero
nadie lo sabe ni tiene por qué saberlo.  No
importa eso:  Acá nadie sabe sánscrito, que yo
sepa; no lo pueden advertir. ¿Se entiende?

-Está bien, pero tampoco lo van a entender…

-¿Y quién dijo que los poemas son para entender?
Eso es lo más interesante, Teresa. No se puede
entender todo, y mucho menos en un poema:  
Hay que sentir, entregarse a las sensaciones que
provoca el poema y gozar;  ese es el sentido. 
No se trata de entender, no hace falta.  Eso es
cosa de otra época.

-¿Y qué dice el poema?

-No sé, está en sánscrito.  

Lluvias paralelas

(Asensio Escalante)

Llueve, como no se advierte
en el poema.  Las vertientes
concomitan con la lluvia 
y con el poema que desciende
de otras intemitencias 
paralelas a la lluvia.


La lluvia puede ser copiosa, 
tenue, aislada, oblicua 
o pasajera.

Sabemos bastante de la lluvia:
hay registros de los niveles
históricos del líquido caído
que se repiten, con algún margen
de error.

Sabemos que tiene más sentidos 
que funciones, la lluvia,  y tenemos 
la certeza de que siempre que llovió 
paró.


II
Yo no me río de la lluvia:
puede hacer crecer el río, elevar
el nivel del mar 
por encima 
del nivel del mar
y hacer colapsar algunos sistemas

(El sistema de lluvias no tendría 
por qué alterar a un alma bien plantada)

La lluvia es pura repetición,
como todos los sistemas.

No es para reír:  Algunas culturas
oraban a su dios de la lluvia y le
ofrecían sacrificios para obtener
sus favores;  nadie se reía.

Otras creían que la lluvia era el llanto
Divino y montaban rituales especiales, 
espectáculos absurdos para hacer a su
Dios llorar de risa.

No es para reírse:  la práctica del sacrificio
nunca se interrumpió, continúa hasta hoy
sin que nadie se ría.

III
Las vertientes concomitan en el tiempo:
Todos descendemos de la lluvia,
de un chaparrón inicial que luego
reprodujo dando lugar a la evolución.

La lluvia es tiempo que precipita
y cae,
con distinta intensidad, frecuencia
y ángulo en relación al horizonte.

Se hunde en la tierra, en el agua 
y se evapora para dar continuidad
al circulo lluvioso.

No todo lo que cae se hunde:
Un deseo se hunde sin precipitar
en su propia cavidad de origen.

Todos los orígenes son dudosos,
como nuestros pasatiempos y
emisiones, deseables o no.

El deseo humano no es menos
dudoso que nuestros pronósticos
meteorológicos o deportivos.

Hay deportes que cayeron en el
olvido, pero el deseo humano es
concomitante con otras prácticas
y se mantiene paralelo a sí mismo.

Novios

(Onésimo Evans)

Es hora de carcomer, amor
dijo el anobio a su novia 
anobia, después de una jornada
de trabajo.

Es trabajoso carcomer,
como lo es amar:
hay un consumo de energía.

El cuerpo del anobio obtiene
su energía incorporando materia
de otros cuerpos.

Es trabajoso incorporar, pero así
lo dispuso el Dios de lo anobios:

Se debe carcomer; hay maderas 
más duras, me dijo mi madre
anobia.

Los anobios no somos de madera,
pero la necesitamos; vivimos de ella.
Cada uno vive de lo que necesita:
sin necesidad no hay vida.

Hay trabajos deseados, como amar,
mi amor, y para eso necesitamos 
carcomer y estar bien carcomidos.

Todo tiene un costo en este mundo,
así lo quiso el hacedor desde que
hizo sus primeras larvas.

El mundo es de los que aceptan 
y carcomen:  aceptan su destino
y lo labran con amor, para poder
dejar sus larvas, cargadas de
futuro.

Carcomamos.