(Ricardo Mansoler) Concentrarse en una palabra es tan difícil, como concentrarse en pensar sin ninguna palabra. Yo fracasé, en una palabra. Pero el sustantivo fracaso, es sólo una palabra, como animal, y sirve a otras como el verbo fracasar. Los animales no suelen fracasar, no saben, no fracasan ni conjugan verbos como ser, reconocer. Son ajenos a la utilidad del verbo fracasar (el fracaso es el mejor maestro, sólo se aprende del fracaso…) No perciben, no sienten que fracasen, ni son capaces de capitalizar el fracaso. Repiten experiencias de un modo natural, sin producir evolución que valga la pena. Son ajenos a las propiedades y servicios de los verbos, e incapaces de gozar del fracaso ajeno. Bebo mi ajenjo, me concentro… Las palabras son signos, abstracciones, si nos abstraemos de ellas queda la sensación, el instinto, los sentidos como único argumento de la vida: el animal desnudo… Pero los animales no piensan, pensamos. No pueden abstraerse de su condición animal, que acaso no merecen superar. No piensan, tal vez sepan, no sabemos, que si lo intentan pueden fracasar.
Archivos Mensuales: mayo 2021
La muerte del acumulador
(Ricardo Mansoler) Podría haber evitado la muerte, y poner el fin, pero no hay un fin… El acumulador compulsivo acumula sin fin: la acumulación es un fin en sí misma, he ahí el rasgo patológico: Casi todo lo que se hace sin otro fin, sin un fin distinto de la acción, constituye un rasgo patológico (un desvío de la necesidad de perseguir un fin, que sostenga la utilidad de la acción) Todos acumulamos rasgos patológicos, algo socialmente aceptado mientras no altere la sana convivencia, la salud del tejido social, lo que llamamos “normalidad”. II La pantalla me lo mostró con el desayuno -suelo desayunarme tarde- Mirá, es acá en el barrio, dijo mi hijo… No identificaba del todo las imágenes, pero no pude dejar de pensar en esa casa; solía pasar camino a la parada del 113 para ir al dentista: Una puerta con rejas, y un candado, dejaban ver infinidad de trastos, que a veces también ocupaban la vereda. Adentro, tres o cuatro perros bien adaptados a convivir con la basura… La pantalla mostraba los perros. Los perros mostraban los dientes, defendiendo su territorio: son animales territoriales, como nosotros. Los vecinos acumulaban quejas: la higiene, las ratas, la desidia de las autoridades… El cronista habla con el hijo, que explica: su padre murió hace tiempo, y su madre está internada. La casa quedó abandonada y él promete hacerse cargo, pide paciencia y comprensión a los vecinos y colaboración a las autoridades municipales. III Yo lo conocía, comento. Lo vi salir de ahí algunas veces, y me lo encontraba ocasionalmente en la verdulería de Chiche; creo que al menos una vez me atendió él, se ve que eran amigos. Después, me lo cruzaba cada tanto en la calle, y nos saludábamos con normalidad. Lo normal es que los rasgos patológicos, no excluyan de la normalidad a su portador, en tanto no queden en evidencia… ¿Cómo asociar la imagen de este hombre perfectamente normal - si se pudieran combinar estos términos-, con esa casa abarrotada de lavarropas, cocinas, calefones y otros artefactos en desuso, ya descartados por sus antiguos dueños, probablemente con justa razón..? Es normal que uno encuentre explicaciones: Hay gente capaz de reparar y reciclarlo todo, gente que toma lo que otros desechan y le devuelve algún valor, lo recupera… Hay reducidores, recicladores, recuperadores urbanos, y hay acumuladores… En estos tiempos de rebusques y emprendedores, cada uno hace lo que puede… La acumulación es siempre una opción válida, más aún en tiempos de crisis. Siempre hay algo que acumular, cabe repetir. Toda acumulación, es una apuesta al futuro, un acto de fe, y la fe es algo útil de cara al futuro, que suele ser incierto (sobre todo para aquellos que no han podido acumular otra cosa: se aferran a la fe, que es ciega, como el amor) No hay acumulación sin esperanza. El presente es tan dudoso como efímero, pero es lo único que tenemos y contiene toda la experiencia del pasado: No puede haber presente sin pasado, nunca pudo. La acumulación de experiencia no puede detenerse, ni la de pasado. IV El acumulador ya no está entre nosotros, es pasado, historia cerrada. No puede seguir acumulando. ¿Habrá pasado a mejor vida? ¿Habrá acumulado méritos suficientes? ¿Habrá algo mejor? ¿Habrá algo? (¿algo que valga la pena acumular, al menos?) El acumulador no puede seguir acumulando. Su hijo debe atender las quejas de los vecinos, dándole algún destino a ese volumen excesivo de materia excedente, de poco o nulo valor residual. Volumen que es un problema, y a la vez su herencia. Nadie elige lo que hereda...
Corpus
(Asensio Escalante) Hay cuerpos que revisten gravedad, y otros que sólo revisten: revistan entre los que sólo sirven para vestir, desvestir y revestir. Hay cuerpos más razonables: se incorporan a distintos centros y grados de gravedad, y se adaptan bien, como cualquier significante, a la condición grave, esdrújula o aguda. (Los cuerpos esdrújulos extienden la ilusión, sostienen la extensión de la noción gravosa con algún éxito) Hay cuerpos que gravitan con algún sentido y eficacia, y los hay que satelizan, orbiculan, observando una fidelidad envidiable (Para los cuerpos provistos de conciencia, cualquier cosa puede ser objeto de envidia) Hay cuerpos creyentes, excreyentes, claudicantes, semovientes, replicantes. Cuerpos que creen en la atracción de los cuerpos, en teorías de cuerdas, en la metempsicosis, en la serendipia, cuerpos que creen en el desarrollo indefinido de su masa encefálica, en la biomasa como destino superior de los cuerpos, y en el desarrollo de teorías aún desconocidas. Hay cuerpos que sólo creen en lo que no conocen, y cuerpos que no se reconocen sino en relación a otros cuerpos. Y hay cuerpos que son sólo metabolismo. Entienden que la función central de un cuerpo, es incorporar: son propensos a incorporarlo todo, y permanecen indiferentes a todo aquello que no puede ser incorporado. Hay otros cuerpos, que no parecen interesados en producir rechazo ni atracción, cuerpos extraños, cuyo centro de gravedad puede estar en todas partes, es decir, en ninguna.
Nuevos ritmos, completamente reciclables
(Epifanio Webber)
¡Discontinuar!
Dijo un voz popular.
Los discursos populares
suelen ser objeto de dudas,
pero la propuesta discontinua
como opción superadora, abre
nuevas perspectivas a la interacción
sinérgica de los recursos evolutivos.
Observando los ciclos naturales,
es aceptable preguntar:
¿es natural pasar de un ciclo a otro?
¿son los ciclos, algo natural?
O bien: ¿lo único natural es reciclar?
Hay síntomas recurrentes
de haber cumplido un ciclo.
Un ejemplo: el síndrome del ciclista.
No, no todo es continuidad, ni necesidad:
En ocasiones, discontinuar la producción
de necesidades, se torna necesario.
El ciclamen hace la vista gorda
al ganado, y prepara otra floración
ante la mirada ambigua del cíclope
que pasa (en los poemas, puede pasar
cualquier cosa)
Hay que sospechar de los movimientos
circulares, de las armonías que no
resuelven, de los ritornellos, de los ritos
que se repiten y los ritmos que sólo piden
su propia reproducción…
Hay que desonfiar de las falsas renovaciones
que sólo prometen reciclar el pasado.
El ciclo, ofrece la ilusión de movimiento,
la aventura de la novedad que se tramita
como un sesgo evolutivo, para volver al
punto de partida: volver a la imperfecta
circularidad del cero, volver a cero…
Reiniciar los ciclos conocidos:
(El cero ya lo tenemos, hay que cuidar
el cero, abrazarse al cero y circular, en
un sentido positivo, dentro del círculo
vicioso, para seguir produciendo
oportunidades ilusorias y reproduciendo
tejido seroso, o ceroso)
Lo importante es mantener el ritmo,
no salirse de la órbita ni perder detalle
de la secuencia circulante.
¡Discontinuar!
Dijo una voz popular, desafinada
y a destiempo.
La libre circulación
es un vicio retórico.
María Amelia
(Ricardo Mansoler) María Amelia vive, me escribe María Amelia desde mi mano izquierda. Escribimos sobre María Amelia con María Amelia: No está muerto quien escribe. ¿Escribir es vivir? Tal vez no, pero es la función vital de una lapicera (en este caso, un bolígrafo descartable de procedencia china) y que creía extinta. Tengo varias iguales, pero sólo ésta tiene nombre: María Amelia. No suelo poner nombre a lapiceras ni a otros objetos inanimados, que son tantos… Pero ella lo tenía, prolijamente adherido a su cuerpo estilizado, cuando la encontré en la calle, en la vereda de un chino. (Un bolígrafo chino, frente a un comercio chino, no significa que su dueña fuera, también, china) Nunca sabré quien es la dueña de María Amelia, la verdadera María Amelia, que tuvo la precaución de etiquetar su lapicera descartable para no perderla: Una tendencia de estos tiempos, cada vez más nos aferramos a lo descartable, y etiquetamos para ser etiquetados. La grafía cursiva, algo infantil, cuidada y armoniosa, podría ser de una maestra, de una profesora de solfeo, o de una alumna. (María Amelia no parece un nombre de alguien joven, las Amelias florecían hace varias décadas: pienso en Amelia Bence, y otras Amelias que conocí) María Amelia, a quien nunca conoceré, habrá aprendido, tal vez, que las precauciones suelen ser inútiles, todo tiende a perderse, más allá de la voluntad y sus recaudos. Escrita o no, la ley se verifica minuciosamente, y oponer resistencia el perder el tiempo: La pérdida natural de todo, rige la vida de los organismos, incluso de los más altamente organizados y los que desarrollan el sentido de propiedad. María Amelia, habrá olvidado a María Amelia, pienso y escribo con ella. Es probable que haya descartado otras María Amelia después de la que escribe ahora, estas que pueden ser sus últimas palabras. Nunca sabrá, María Amelia, que alguien la encontró, y que escribió con ella un poema descartable, como ella, que se llama María Amelia.
Víveres ajenos
(Remigio Remington) Vi vencer y vivenciar el propio vencimiento como fracaso y oportunidad. Vi lo provisional en su asidero vertical: Vi al viandante feliz en su visión binaria, e infeliz. Vi vigas resistiendo el paso de los víveres ajenos. Vi más de lo que pensaba: Ver para creer, pensé, más no para pensar, barrunté. Miré mi espada y vi que amancillaba, ya vencida y carcomida, su puro óxido en plenitud de funciones. Vi acumular, dilapidar, clasificar: ví más de lo que hubiera podido nombrar, querido ordenar, deseado olvidar. Fragmentos vigorosos de humo puro, filamentos gozosos de un rumor acérrimo y vigente entre dos signos circulares. Vi cebar, antiguas sedes con los restos diurnos de un señuelo retráctil e inconsútil Ví caer y celebrar. Ví vertir por la ranura, vi aprobar, vi invertir el orden de la prueba. Vi ver y vi callar. II Me volví, para volver a verme y en lo posible ser verificado en tiempo y forma por mis órganos competentes. Ví verificar vencimientos consensuar consignas y elevar oraciones ante el paisaje de términos y el pasaje de fluído humano a banalizar según protocolos acordados. Entreví: ávidas aves rozagando entre pólipos y pólices, y entre jirones no binaries entre sí. Ví más de lo que podía pensar. Miré mi espada, el óxido postrero. Pensé en no verme y temblé…. Después se me pasó. Tomé un vitagenol y vi lo negativo.
Dar: un verbo dudoso
(Onésimo Evans) Hay que dudar de los sentidos dados, de dadores y receptores, deudores y acreedores. Dadores, cuidadores, predadores, preceptores y recepcionistas. ¿Dudar del verbo dar? Sí. Dar divide: (y dada la división, surge la duda fehaciente) Para que haya un dador tiene que haber un receptor. Damos fe: Una vez iniciado este proceso, no hay retorno; todos somos dadores y receptores, aceptamos como algo natural, e incorporamos la dependencia, como elemento común a toda relación, y propio de la organización: Lo dado. Luego, observamos complacientes como todo parece depender de la oferta y la demanda de dadores y receptores. Yo dudaría de los sentidos comunes y de todos los sentidos dados ¿Quién los pidió? ¿Quién emitió el pedido? ¿No sería mejor barajar y dar de nuevo?
La evolución de la duda
(Horacio Ruminal) Sin duda, la evolución contiene todas las respuestas que aún desconocemos. Entre ellas, es dable aventurar, que una buena parte de nuestras dudas actuales serán superadas, saldadas o doblegadas: no es ocioso suponer que habrá otras, que aún desconocemos. Una solución posible se vislumbra ya: Tercerizar la duda, una práctica posible, que redundaría, entre otros beneficios, en una aceleración de la velocidad de producción de conocimiento. Debemos conocer, que hay tres tipos de duda: genérica, específica y sospechosa (No confundir: hay mucha improvisación en torno a las dudas) La generalizaciones siempre son odiosas. Ni diosas ni dioses, conocieron la duda. ¿Dudar es humano? Sí, como tercerizar: somos los únicos. La tercerización, es la mejor opción para reducir los costos de la actividad productiva, tanto como de la producción dudosa. Estamos generando las condiciones para impulsar la diversificación productiva y el desarrollo de nuevos eventos tecnológicos y emprendimientos cada vez más dudosos. ¿Estamos haciendo lo que había que hacer? No tenemos una respuesta taxativa, pero estamos persuadidos: La diversificación de la duda crea certeza. La presión tributaria debe ser proporcional a la capacidad ociosa de los activos por el cociente de duda de cada contribuyente. Tenemos la certeza: No todos disponemos de los recursos y capacidades necesarios para gestionar una conciencia dudosa
La sana ocupación
(Carlos Inquilino) Venimos a ocupar, ocupar espacios y disputar con otras especies. Hay una ocupación genérica y otra específica. Luego, la disputa evoluciona, hacia adentro de la propia especie ocupante: los más aptos, ocupan más y mejores espacios. Esta disputa no tiene fin, la distribución de espacios y propiedades nunca es definitiva, está sujeta a evolución y le asignamos el valor de un orden. Aceptamos: la sociedad es dinámica. Desde la conquista de la conciencia y el acceso al Orden Simbólico, nos reconocemos sujetos, portadores y productores de conocimiento, y únicos productores de sentido. Esto nos diferencia de los otros animales, incapaces de diferenciar, de valorar, de acumular y de justificar su presencia con ocupaciones dignas y producir alguna utilidad. Habitan un plano inferior, sin aspiraciones, regido por el instinto, un mandato biológico de evolución tan lenta como dudosa (una hormiga actual, es casi idéntica a las originarias de hace un millón de años) El conocimiento acumulado, nos indica que no hay evolución sin orden. El Orden Natural, si existiera tal cosa, limitaba nuestras aspiraciones evolutivas: Era algo que merecía ser superado. Lo hacíamos, pero sin conciencia, de un modo natural, tan solo por la necesidad de ocupar espacios: la expansión es propia de la evolución, así como la expropiación y la usurpación. Ahora adquirimos conciencia. Somos plenamente conscientes de nuestro mandato evolutivo (aunque la conciencia es algo que siempre puede expandirse) y disponemos los recursos para dar respuesta a ese hecho biològico. Venimos a ocupar, a conquistar, usurpar, desalojar y producir nuevos sentidos. Venimos a instalar otro sentido: el verdadero sentido productivo, sostenible y escalable a valores evolutivos confiables. Sabemos que todo lo que existe en forma natural nos pertenece. Son recursos naturales para nuestra evolución, que es la del mundo sensible y de la vida, desde que la evidencia científica nos confirma como vanguardia evolutiva. Todo lo que existe merece ser superado, llámese Orden Natural, biomasa o sujeto histórico. Venimos a ocupar, creemos que el estado de ocupación es el único capaz de dar respuesta a todas las necesidades. Sabemos que todos los Estados actuales proceden de la ocupación. Tenemos fundamentos para expandir nuestra ocupación y combatir la desocupación en todos sus frentes. Venimos a ocupar y venimos a invertir, la ocupación histórica es un hecho irrefutable Hasta hoy, la ocupación se mantiene al tope de las inversiones más atractivas. Estamos en condiciones de afirmar: la ocupación es la mejor inversión. Sin inversión no hay desarrollo ni evolución posible. El estado de ocupación es la más alta expresión de la carrera evolutiva: Venimos a ocupar espacios y a disputar con otras especies y otros ocupadores: La sana competencia, es lo único que impulsa la evolución. Hay que aspirar a la plena ocupación.
No hay tiempo para improvisar
(Dudamel Rambler) Hay que acabar con la improvisación en todos los ámbitos del conocimiento: En todos los ámbitos conocidos hay improvisados. Se debe poner límite a la expansión descontrolada de la improvisación en todas sus expresiones: La improvisación genérica genera más dudas que certezas. Hay que tercerizar la duda para reducir el margen especulativo e impulsar el conocimiento genuino, verdadero, y su circulación. Hay tres tipos de duda: Genérica, específica y sospechosa. No confundir. Estamos cansados de los improvisados que emiten juicios y conceptos que no tienen fundamento científico: Para improvisar, hay que saber. Nadie nace sabiendo improvisar ni nace sabiendo: se nace sin saber y sin querer, hay que improvisar. Hay quienes llevan años aprendiendo a improvisar, y aún no completan su formación como improvisadores acabados. Y hay quienes llevan años improvisando, sin haber aprendido nunca. Son los llamados improvisadores improvisados, y es fácil detectarlos: siempre se repiten, no poseen más recursos que los necesarios para reproducir y reproducirse. Debemos actuar antes que sea demasiado tarde, y procurar los medios y acciones para reducir el área de circulación del virus de la improvisación. Pongamos un freno a la producción automatizada de improvisadores, improvisaciones e improvisados que sólo buscan la reproducción de su modelo replicable… (Este texto es ajeno a todo sesgo ideológico y de libre reproducción)