Los víveres ya están muertos
Celebremos la muerte
Podemos elevar una oración :
orar y devorar
-la vida, siempre dependió de la muerte-
Podemos celebrar la condición poética, que
es parte de la realidad, como la función metabólica
y la biodiversidad -que nos exime de tener que comernos
entre nosotres-
Podemos mantener diferencias y mantener relaciones
en distinto orden, en virtud de la división divina
y compartir aspiraciones, dudas y penas: la realidad nos une
ante la virtud ajena.
No hay nociones acabadas, la virtud y la verdad
son parte de la vida, tres condiciones perecederas.
Las virtudes no son para cualquiera: el término virtuoso
remite a la excepción, alguien que se diferenció -se reconoce
y es reconocido, en virtud de esa diferenciación-
Podemos mantener diferencias en cuanto al significado
de la virtud, al reconocimiento de la verdad, su valor relativo
y a la percepción del verdadero virtuosismo, pero quien posée
alguna virtud tiene el deber de desarrollarla, así como el que
tiene una misión no puede descansar hasta cumplirla.
Sólo aquellos sin una clara misión en este mundo, y ajenos
al goce de las virtudes reconocidas, podemos aventurarnos en
el ejercicio de ciertas libertades, como cultivar especies extrañas,
desarrollar aspiraciones inútiles o entregarnos a hábitos opinables
como permanecer ociosos o hacer cosas sin sentido, por el mero
placer de alterar el orden, reflejar las distorsiones íntimas
del paisaje que nos reproduce, como virtuales excedentes
de un orden provisorio, provisto y opinable.