(Ricardo Galván)
Creciendo y careciendo
de toda habilidad, el rastreador
avanza
sin pronunciarse ni volverse
otea esa intemperie sin delimitar sin
titubear sin titubear sin:
fija la vista devastada
a sus plantas, rastros de un cultivo solapado
en la seguridad de lo espontáneo
fija la vista a la discontinuidad de un punto
aguza la intuición creciente hacia el sentido desbocado,
sin pronunciarse ni volverse
se repite: esa intemperie titubeante que supo rechazar
al forastero que le avanza y entra, no ofrece otra, ahora
resistencia al olfato avizor y al pensamiento rastrero
del rastreador que avanza indeclinable
fija la vista en el verdor de un punto, un brote que despunta
en lo unimembre del paisaje que se vuelve más verde
al verificar y ser verificado el punto de referencia.
la vista gorda en el verdor (para lo que hay que ver, piensa
el rastrero para sí)
la vista fija en el desgano del ganado que engorda
en el curso de la presente observación: ante el ojo
del amo ante el ano del amo (anos sanos o anómalos no
alteran la función del órgano que engorda)
Hay amos buenos y malos,
amables y detestables, entrañables y descartables
¿Ya encontraste el tuyo?