La vida se descompone en unas pocas actividades llamadas funciones: respirar, comer, dormir, evacuar y reproducir esta secuencia hasta que sea posible La vida se descompone por necesidad No es necesario aceptar nada, ni buscar verdades ni formular preguntas o emitir poemas que pregunten ¿qué es la vida, un frenesí? para mantener un estado vital. Basta con repetir esta secuencia: respirar, comer, dormir, evacuar y reproducir esta cadena La vida se descompone sin pausa, al comulgar y estar en éxtasis como mientras se busca una metáfora, un verbo, un aliciente, o se aspira a una definición amigable de la vida.
Archivos Mensuales: septiembre 2020
El soñador insomne
(Ricardo Mansoler)
Sábanas más, sábanas menos cuando un cuerpo se une a su sombra la realidad se escurre entre las formas provisorias. ¡Dromedarios del mundo, uníos! dijo una voz popular ¡Unámonos! replicó un asociado recién incorporado Si la sábana es corta, urge mantener la calma y redistribuir los cuerpos Si se pierde contacto con la realidad lo más sano es retraerse para que el poema no naufrague en aguas inhóspitas o incultas o peor: encalle en ese mar de sinsentido humano (esta frase no me pertenece) que llamamos realidad. Pero la realidad siempre ofrece un flanco más débil, un ángulo impreciso, un costado poético, un rincón, una ranura, una grieta, una fisura, un resquicio, un intersticio, un orificio de salida, a saber: una oportunidad.
Poesía, Hip Hop, alienación y conciencia de clase.

¿Hacer poesía, alienarse o testimoniar una nueva conciencia de clase?
por Damián Reis
Géneros urbanos
Cuando uno quiere comenzar a pensar la música de género urbano, se topa con una construcción sintáctica simplificadora. La idea de género relacionada con lo urbano suena extraña. ¿Por qué no decir simplemente hip hop, reggaetón o trap?
Después de recuperarse de esa nomenclatura de origen industrial, uno empieza a buscarle la relación con el urbanismo. Y si el urbanismo, entre otras cosas, se ocupa de la investigación de la vida en las ciudades, la expresión no parece tan desafortunada.
El género urbano, a diferencia del rock -mucho más imaginativo por un lado, más retórico por otro- nace para hablar de la vida en las ciudades, y de todo aquello que no enorgullece a las ciudades, que los discursos públicos de las ciudades dejan de lado.
Y si el reggaetón parece haber falsificado el testimonio…
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Randall Jarell
1914-1965, EE.UU.
Trad. desconocido
La muerte del artillero de la cúpula blindada
Desde el sueño de mi madre caí en el Estado,
y me encorvé en su vientre
hasta que mi mojada piel se heló.
A seis millas de tierra, separado
de su sueño de vida,
me desperté ante una negra barrera antiaérea
y la pesadilla de los caza.
Cuando morí me lavaron de la torreta
con una manguera.
Tłum. Michał Sprusiński
Śmierć strzelca z wieżyczki bombowca
Wprost ze snu matki wpadłem w Państwo; w jego brzuchu
Kuliłem się, aż mokrą sierść oszklił mi całkiem
Lód. Sześć mil ponad ziemią, śnionym przez nią życiem,
Zbudził mnie czernią ostrzał i koszmar myśliwców.
Po śmierci wypłukali mnie z wieżyczki szlauchem.

Fotograma de la maravillosaA vida y muerte (1946) de Michael Powell y Emeric Pressburger
The death of the ball turret gunner
From my mother’s sleep I fell into the State,
And…
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Diorama con oso polar (Isabel Zapata, México, 1984)
Al fondo del pasillo vive un oso polar.
La entrada es cara pero si te acercas
lo verás devorar una foca de sangre falsa.
¿Sueña el oso disecado con focas vivas?
El taxidermista que arregló su cuerpo
conoce la elasticidad de su piel,
la aritmética de su esqueleto,
el ángulo exacto de sus articulaciones
pero no el espíritu de hielo que en ellas se agitaba.
Como el vigilante del zoológico,
es guardián de un animal vencido.
También de tu soledad hicimos una ciencia.
En «Una ballena es un país»
El reconocimiento ontológico en un cuento de Adela Fernández
La jaula de tía Enedina
Adela Fernández
Desde que tenía ocho años me mandaban a llevarle la comida a mi tía Enedina, la loca. Mi madre dice que enloqueció de soledad. Tía Enedina vivía encerrada en el cuarto de trebejos que está en el patio de atrás. Conforme se acostumbraron a que yo le llevara los alimentos, nadie volvió a visitarla, ni siquiera me preguntaban cómo seguía. Yo también le daba de comer a las gallinas y a los marranos. Por éstos sí me preguntaban, y con sumo interés. Era importante para ellos saber cómo iba la engorda, en cambio, a nadie le importaba que tía Enedina se consumiera poco a poco. Así eran las cosas, así fueron siempre, así me hice hombre, en la diaria tarea de llevarle comida a los animales y a la tía.
Ahora tengo diecinueve años y nada ha cambiado. A la tía nadie la…
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