El merodeador rodeado

(Amílcar Ámbanos)


El merodeador estaba rodeado,
y aún sabiéndose rodeado
no se apichonó y apechugó:

Hay que saber rodearse
sin regodearse en rodeo ajeno,
y saber abandonar el centro
de atención a tiempo.

Estamos rodeados de merodeadores:
Todos somos merodeadores de
deseo ajeno, pensó con moderación
el pájaro de mal agüero. 

Luego. echó un vistazo a la redonda 
verificando su ángulo de fuga, para 
elevarse en un solo movimiento
discreto y uniforme y salir 
airoso del éxito alcanzado.

Umbrales

(Asensio Escalante)


Más sensibles a la velocidad
que a la veracidad,
nos mostramos voraces a la hora
de incorporar sentido muerto
o vivo, al metabolismo superior
que  nos distingue.

Hay que saber distinguir
para poder separar.

Las naturalezas inferiores
no distinguen, creen que todo
es natural:

No pueden diferenciar el 
movimiento vivo de los muertos.

Son insensibles a necesidad 
de superación, para mantener un estado
competitivo y poder seguir creciendo
y separando y superando.

Tan inferiores, que ni siquiera son capaces
de reconocer nuestra superioridad.
Son elementales:  puro metabolismo
sin metas.

Creen que todo lo que es es natural;
luego, son incapaces de naturalizar
nada.

(Y no distinguen el movimiento vivo
de los muertos)

Hay piedras que no se venden

(Asensio Escalante)

No esculpas para arriba,
ni bajes el martillo
en dirección al cielo.

La bóveda celeste
no es celeste ni bóveda
ni verbo que obedezca.

No esculpas para arriba
ni hacia abajo.  Más bien
vacila hacia los lados
de tu glándula pineal.

No pierdas las formas:
No pierdas la piedra
buscando una forma 
que exculpe tu falta.

Una piedra perdida en el camino
no se altera, no busca su rebaño
ni espera sumarse a la manada.

Puede que no sirva para nada
y que sea emanación divina,
como tú.

Si tuviera que dudar, no dudaría:

La piedra sólo sirve para ser piedra.
Grande o pequeña, lisa o rugosa,
abovedada o angulosa, preciosa o
despreciable, sabe permanecer
irreductible.

Perdida, no pedirá perdón ni ayuda
a otras piedras más expertas.

No sabe empedernirse, empoderarse
ni emprender la fuga.

Pero aún perdida, la piedra no suele
estar más desorientada que un pastor
de rebaños:  sabe ser parte del camino,
sin doblegarse ni reproducirse.

Las bases

(Tomás Mercante)

Otro genocidio innecesario,
informaba el diario
desde un título secundario.

No leo los principales:  el tamaño 
de esas letras me produce rechazo,
hay que sospechar de todo aquello
que sobresale, con el sólo objeto
de atraer nuestra atención.

Yendo a la letra chica,
no leo el diario, salvo excepciones:
alguna nota perdida, de las que no
lee nadie, por recomendación.

Tres utilidades posibles del diario:
Formar opinión, informarse
y servir de base a la bolsa de basura
para absorber algún fluído indeseable,
procedente de algo que no se pudo
compostar por falta de empatía.

Tengo opinión formada, aunque no 
sea la correcta, y no creo en los
servicios de información ni en la
objetividad de los informantes.

No creo en la información objetiva,
parcial o imparcial. Pero reconozco
y aprovecho la utilidad última:

Dispongo cuidadosamente el papel
doblado en dos, en el fondo de la bolsa,
lo presiono un poco  (para que no ocupe
más lugar del que merece) y luego me
relajo para dedicarme a mis asuntos
con tranquilidad de conciencia:

La base está.

Sacramentos naturales: El placebo

(Senecio Loserman)

El placebo sacramental,
no es un título feliz para un poema.
Pero el poema no busca consensos
ni hacernos más felices.

La felicidad está en otra parte. 
Como adjetivo, feliz resulta al menos
sospechoso: la felicidad es un estado
asociado al placer, y todos los placeres
son efímeros.

Aunque puede haber resoluciones
felices, dentro y fuera del poema.

Y más allá  -o más acá- 
está el discurso del placebo.

¿Cómo?

El placebo, por vía oral u otras,
no agrega nada al cuerpo que lo
incorpora, pero puede producir
efectos positivos:

La sugestión, la ilusión, generan las
condiciones para que el cuerpo
recupere su buena forma.

El discurso como placebo, no aporta
nada significativo ni resuelve el
conflicto ontológico, pero una cadena
de significantes convenientemente
tramitada, crea la ilusión de que se
está en el camino correcto, si hubiera
tal cosa.

Es importante el uso de ciertas  palabras
que imponen respeto y generan empatía:
consenso, sustentable, crecimiento y
todo lo que parezca propender a la
ilusión falaz del bien común.

¿Sabías que se puede enhebrar y mantener
un discurso efectivo, consistente y sustentable
y a la vez, vacío?

Sí, se puede.  

¿Sabías que el lenguaje es un recurso
retórico, y como tal puede servir a cualquier
tipo de intereses?

¿Y que la forma puede tener más valor 
que el contenido?

El placebo, neutro en cuanto contenido,
tiene la forma de un medicamento.
El lenguaje, puede adoptar distintas
formas, pero nunca es neutral:  
Siempre nos quiere vender algo.

Salvo el poema, que a lo sumo
se venderá  a sí mismo
como ofrenda sacramental.

Bueno o malo, puede encontrar
algún interesado, un comprador
que buscaba otra cosa
y se encontró con él en forma
azarosa.

El poema puede ser también
puro placebo, para ser sincero
nadie busca sinceridad en un poema.
Ni felicidad, que si la hay
está en otra parte.

Pero está el poema:
es lo que hay
-dice el placebo-

Soledades

(Onésimo Evans)

No estamos solos, Celso,
hay tantos cuerpos como necesidades,
o mas.

Hay suficiente sol para que todo
se renueve o replique.

Solacémonos, mientras actualizamos
nuestro estado. Sólo necesitamos estar
actualizados. Hay novedades bajo
el sol.

Esta planta creció sola, como todas,
sólo que no obedece a ninguna
voluntad ajena:  No la planté yo,
ni nadie; se plantó a sí misma, despreciando
cualquier intervención de mano o miembro
humano.  Ajena al deseo del otro, se plantó
y se autogestionó con éxito hasta aquí,
libre y soberana.

Cultivo espontáneo, designamos a aquello
que no es parte del cultivo escogido 
para nuestra propiedad  (sea un jardín, una
maceta o un planeta) y se planta, en actitud
invasiva y desafiante.

¿El enemigo interno?

La inteligencia superior, no se conforma
con el cultivo espontáneo. Da un paso más.
Necesita calificar, clasificar y separar
para despejar toda confusión:
Desmalezar, desmalecer, para poder crecer.

No estamos solos, Celso:
Estamos rodeados de maleza, especies
que nadie necesita habitan sin razón
y compiten con los cultivos elegidos.

No conocemos sus nombres ni sus 
propiedades; tal vez las tengan
y eso las autorizaría a ocupar algún
lugar discreto en el planeta, el jardín
o la maceta…

Habría que averiguar, investigar,
después de desmalezar.

Una moción de orden

(Horacio Ruminal)

Mantengo mi moción en esta mesa,
entre las moscas familiares.

En el decurso de las cosas
cada objeto conserva su lugar,
asignado por el orden.

La casa está en orden:
el orden puede ser arbitrario, casual,
estructural, aspiracional y popular
o espontaneo  (Nada más popular
que las moscas.  Las moscas pertenecen
al orden de lo popular, aplastarlas también)

Un colectivo orgánico, las moscas.
No es fácil identificar a una, respecto
de otras;  todas se parecen demasiado.

Ponerle un nombre no sirve de mucho,
casi nunca responden. No reconocen su
nombre:  Para reconocerla, habría que
extraerle una pata, un ala o pintarle la
cara color esperanza, o lisamente
aplastarla.

¿Quién no aplastó una mosca?

En mi tierna infancia, era uno de mis
juegos: Las capturaba contra el vidrio
de la ventana, con la cortina transparente,
y luego procedía a una minuciosa 
disección: una pata, otra, un ala… 

Hasta obtener la unidad
de un perfecto cuerpo desmembrado,
en el que aun podían observarse
signos vitales.

Los niños son criaturas curiosas,
necesitan experimentar, conectarse con la 
naturaleza para desarrollar empatía, crecer
sanos, integrarse al mundo adulto y poder
armar, luego, su propia familia.

Mantengo mi moción
entre las moscas de la casa.

La función del equilibrio

(Dudamel Rambler)

¿Para qué sirve el equilibrio?
No hay una respuesta única
 y unánime, aventuro dos:

-Para no tener que salir a buscarlo.

-Para acceder a un orden donde poder
reproducir las condiciones de producción
de equilibrio.

¿Se goza el equilibrio?
Entendido el goce por omisión,
se goza no padecer su falta.

¿Cómo obtener un equilibrio sano
y útil, o viceversa?

No sé, me dije y lo agendé  (y encontré
que ya lo había agendado: me repetía, y
dado a repetir, encontré que la repetición
es parte de las condiciones del equilibrio)

Obtenida una respuesta satisfactoria, 
avancé a punta de pregunta:

¿Para qué sirve obtener?

En principio, para dejar de necesitar:
cuando la necesidad cesa, desaparece
la tensión con el exterior y se restablece
el equilibrio.

¿El equilibrio es una necesidad?
No: las necesidades no preguntan, son.

¿No más preguntas?

Todo lo contrario, la necesidad siempre
genera dudas: es tensión, inquietud, es
algo a resolver para recuperar el equilibrio.

El sujeto es libre de adoptar las vías que crea 
convenientes o necesarias.


II
Hay un vaivén, hay mucho movimiento que
se ofrece, y hay muchos buscadores
de equilibrio.  
Es sabido: donde hay una necesidad hay
un negocio, o más.

El equilibrio es una aspiración sana,
compartida por propios y extraños.

Un equilibrio sano, es un pleonasmo.
Seamos sensatos:  ¿qué es la sensatez?

No sé, volví a agendar. Pero se cree que nos
hace más humanos, como los animales
de naturaleza sensata.


III
Hay un punto, un grado cero de
la necesidad y la percepción, en que todo
parece ordenarse en simétrica armonía:

Habría que detenerse. Me detengo a leer
la señalización instructiva:  
No se detenga, el centinela abrirá fuego.

El equilibrio puede esperar, hay otras
funciones en espera,  pero qué es:
¿una noción? ¿un concepto? ¿sensación?
¿un estado transitorio al que se aspira?

El equilibrio genérico, contiene todo
lo necesario. Luego, hay otras formas
subalternas que cada quien tramita
como puede.

Un pensamiento bien tramitado, produce
un discurso que genera empatía
y transmite equilibrio, atráe:

Gozamos de su lectura, 
aun cuando podamos discrepar.

Invertimos un tiempo en leer
este poema de equilibrios
para obtener sensaciones amigables
que tributen al placer de reconocerse
parte de un equilibrio superior.

Invertir en equilibrio es una decisión
saludable:  Nunca se sabe cuando 
podemos necesitarlo.


IV
Otras opciones disponibles:

-Es una opción distributiva que reside
en dividir las cargas. 

-Es el resultado de un juego de fuerzas.

¿Es un juego? ¿Un juego en que entramos
y salimos?

Paso: me reconozco en el juego,
pero debo pensar mi próxima jugada.

Hay que observar ciertos límites,
jugar con responsabilidad y moderación:

El juego puede producir adicción.

(El equilibrio no sabe ser libre:
cuando anda suelto, se pierde)


Juegos de mesa

(Asensio Escalante)

Hay un juego en la mesa,
la mesa tiene un juego.

Hay un juego de mesa en la mesa.
Podemos jugar, podemos no jugar:
Ella tiene su propio juego, que no
afecta mucho la práctica de casi todos
los juegos de mesa y viceversa.

No soy afecto a esta palabra, ni a los
juegos de mesa  ¿Cuánto hace que no
juego a algún juego de mesa?

Hay quienes dedican horas a esos
pasatiempos, se entretienen jugando,
ganen o pierdan.  Yo no: como jugador
siempre quise ganar, algo difícil.

Hay malos y buenos perdedores, hay
juegos que terminan mal.  
Mejor, jugar solo.


II
El ajedrez, es de los pocos juegos
de mesa que se puede entablar: 
Ni vencedores ni vencidos.

Pero es tedioso, salvo para los que saben,
para lo cual han dedicado muchas horas
de estudio:  hay libros que analizan partidas,
estrategias, variantes y resoluciones
memorables.  Todo está registrado, es cuestión
de disponer tiempo, voluntad y deseo.

Hay quienes se apasionan con las dificultades
del juego. Es entendible, hay quien se apasiona
con cualquier cosa:  como yo.


III
De los juegos de mesa, me gustaba la perinola.
Me atraía lo azaroso del movimiento giratorio,
la pérdida de velocidad hasta el último rodeo, 
en que ese pequeño cuerpo tambaleante
anunciaba lo imprevisible:  Se podía ganarlo
todo en una jugada…

No hace falta saber mucho, ni capacitarse ni
entrenar:  cualquiera puede jugar, ganar, perder.
Como la vida misma: uno se mueve en un
sentido, da vueltas, gira sobre su eje, mientras
va perdiendo energía, intensidad.  Sigue girando
trabajosamente sin saber para qué, hasta el
último momento en que alcanza el estado de
reposo.


IV
Pero el único juego de mesa al que podía
dedicar horas, era el tenis de mesa, o ping-pong,
que sí me apasionaba y solía ganar más de lo
que perdía.  

(Cuando se gana, no hay tiempo perdido)

Claro que era difícil conseguir mesa para jugar
no siendo profesional.  No nací para profesional,
profeso poco y nunca tuve una de esas mesas, ni
el espacio necesario.

Aunque la mesa no es sólo un lugar para jugar,
y tampoco es el único:  Puede que haya más de
los que conocemos.

Podemos jugar  ¿Podemos no jugar?

Podemos entablar un diálogo de una mesa
a otra, o escribir las memorias de la mesa:
Si esta mesa hablara…

Cada uno habla de la mesa
según le va en ella.

Ahora dejo que la mesa haga su juego...

Piedra libre

(Senecio Loserman)


Puedo estar equivocado,
pero me puedo equivocar.

No voy a renunciar a mi derecho
al equívoco virtual, virtuoso,
exponencial o contencioso.

El error no forzado
es propio del ejercicio
de la libertad.

La libertad de pensamiento
es condición para producir
decisiones de calidad

(Hay distintas calidades,  podemos
calificar en libertad)

La libertad debe ser valorada
como uno de los mayores bienes
a cultivar, dentro de lo limitado de 
los valores cultivables por humanos.

No es lo mismo ser libre
que estar perdido.

¿Adónde me perdí?  Pregunta el forastero.

Una noción perdida puede dar lugar
a volúmenes difusos de sentido anómalo
degenerando en un cuerpo patológico:

evolución nociva de la noción perdida.

Pero la evolución produce sentidos
encontrados:  No toda pérdida es nociva,
una carga liberada renueva la ilusión
del forastero, del rastreador animal
o del animal rastrero.

¿Qué me perdí?  Repite la pregunta.

¿La pérdida libera?

¿La piedra perdida es más libre que
la encontrada?

Conclusión decisiva: 

No hay un fin propio de la piedra, 
ni del librepensador empedernido
en observar el camino de la piedra.

Con piedras erigimos santuarios, deidades,
palacios, lupanares.

Con palabras construimos objetos  suntuarios,
consagrando formas a lo inútil.

Hay más piedras que palabras:

La muerte de una piedra no significa nada
(Una piedra no puede morir porque está muerta,
deciden las palabras)

En cambio, cuando muere una palabra
nadie se desvela, ni la vela,
ni la menta.