(Amílcar Ámbanos) El merodeador estaba rodeado, y aún sabiéndose rodeado no se apichonó y apechugó: Hay que saber rodearse sin regodearse en rodeo ajeno, y saber abandonar el centro de atención a tiempo. Estamos rodeados de merodeadores: Todos somos merodeadores de deseo ajeno, pensó con moderación el pájaro de mal agüero. Luego. echó un vistazo a la redonda verificando su ángulo de fuga, para elevarse en un solo movimiento discreto y uniforme y salir airoso del éxito alcanzado.
Archivos Mensuales: noviembre 2021
Umbrales
(Asensio Escalante) Más sensibles a la velocidad que a la veracidad, nos mostramos voraces a la hora de incorporar sentido muerto o vivo, al metabolismo superior que nos distingue. Hay que saber distinguir para poder separar. Las naturalezas inferiores no distinguen, creen que todo es natural: No pueden diferenciar el movimiento vivo de los muertos. Son insensibles a necesidad de superación, para mantener un estado competitivo y poder seguir creciendo y separando y superando. Tan inferiores, que ni siquiera son capaces de reconocer nuestra superioridad. Son elementales: puro metabolismo sin metas. Creen que todo lo que es es natural; luego, son incapaces de naturalizar nada. (Y no distinguen el movimiento vivo de los muertos)
Hay piedras que no se venden
(Asensio Escalante) No esculpas para arriba, ni bajes el martillo en dirección al cielo. La bóveda celeste no es celeste ni bóveda ni verbo que obedezca. No esculpas para arriba ni hacia abajo. Más bien vacila hacia los lados de tu glándula pineal. No pierdas las formas: No pierdas la piedra buscando una forma que exculpe tu falta. Una piedra perdida en el camino no se altera, no busca su rebaño ni espera sumarse a la manada. Puede que no sirva para nada y que sea emanación divina, como tú. Si tuviera que dudar, no dudaría: La piedra sólo sirve para ser piedra. Grande o pequeña, lisa o rugosa, abovedada o angulosa, preciosa o despreciable, sabe permanecer irreductible. Perdida, no pedirá perdón ni ayuda a otras piedras más expertas. No sabe empedernirse, empoderarse ni emprender la fuga. Pero aún perdida, la piedra no suele estar más desorientada que un pastor de rebaños: sabe ser parte del camino, sin doblegarse ni reproducirse.
Las bases
(Tomás Mercante) Otro genocidio innecesario, informaba el diario desde un título secundario. No leo los principales: el tamaño de esas letras me produce rechazo, hay que sospechar de todo aquello que sobresale, con el sólo objeto de atraer nuestra atención. Yendo a la letra chica, no leo el diario, salvo excepciones: alguna nota perdida, de las que no lee nadie, por recomendación. Tres utilidades posibles del diario: Formar opinión, informarse y servir de base a la bolsa de basura para absorber algún fluído indeseable, procedente de algo que no se pudo compostar por falta de empatía. Tengo opinión formada, aunque no sea la correcta, y no creo en los servicios de información ni en la objetividad de los informantes. No creo en la información objetiva, parcial o imparcial. Pero reconozco y aprovecho la utilidad última: Dispongo cuidadosamente el papel doblado en dos, en el fondo de la bolsa, lo presiono un poco (para que no ocupe más lugar del que merece) y luego me relajo para dedicarme a mis asuntos con tranquilidad de conciencia: La base está.
Sacramentos naturales: El placebo
(Senecio Loserman) El placebo sacramental, no es un título feliz para un poema. Pero el poema no busca consensos ni hacernos más felices. La felicidad está en otra parte. Como adjetivo, feliz resulta al menos sospechoso: la felicidad es un estado asociado al placer, y todos los placeres son efímeros. Aunque puede haber resoluciones felices, dentro y fuera del poema. Y más allá -o más acá- está el discurso del placebo. ¿Cómo? El placebo, por vía oral u otras, no agrega nada al cuerpo que lo incorpora, pero puede producir efectos positivos: La sugestión, la ilusión, generan las condiciones para que el cuerpo recupere su buena forma. El discurso como placebo, no aporta nada significativo ni resuelve el conflicto ontológico, pero una cadena de significantes convenientemente tramitada, crea la ilusión de que se está en el camino correcto, si hubiera tal cosa. Es importante el uso de ciertas palabras que imponen respeto y generan empatía: consenso, sustentable, crecimiento y todo lo que parezca propender a la ilusión falaz del bien común. ¿Sabías que se puede enhebrar y mantener un discurso efectivo, consistente y sustentable y a la vez, vacío? Sí, se puede. ¿Sabías que el lenguaje es un recurso retórico, y como tal puede servir a cualquier tipo de intereses? ¿Y que la forma puede tener más valor que el contenido? El placebo, neutro en cuanto contenido, tiene la forma de un medicamento. El lenguaje, puede adoptar distintas formas, pero nunca es neutral: Siempre nos quiere vender algo. Salvo el poema, que a lo sumo se venderá a sí mismo como ofrenda sacramental. Bueno o malo, puede encontrar algún interesado, un comprador que buscaba otra cosa y se encontró con él en forma azarosa. El poema puede ser también puro placebo, para ser sincero nadie busca sinceridad en un poema. Ni felicidad, que si la hay está en otra parte. Pero está el poema: es lo que hay -dice el placebo-
Soledades
(Onésimo Evans) No estamos solos, Celso, hay tantos cuerpos como necesidades, o mas. Hay suficiente sol para que todo se renueve o replique. Solacémonos, mientras actualizamos nuestro estado. Sólo necesitamos estar actualizados. Hay novedades bajo el sol. Esta planta creció sola, como todas, sólo que no obedece a ninguna voluntad ajena: No la planté yo, ni nadie; se plantó a sí misma, despreciando cualquier intervención de mano o miembro humano. Ajena al deseo del otro, se plantó y se autogestionó con éxito hasta aquí, libre y soberana. Cultivo espontáneo, designamos a aquello que no es parte del cultivo escogido para nuestra propiedad (sea un jardín, una maceta o un planeta) y se planta, en actitud invasiva y desafiante. ¿El enemigo interno? La inteligencia superior, no se conforma con el cultivo espontáneo. Da un paso más. Necesita calificar, clasificar y separar para despejar toda confusión: Desmalezar, desmalecer, para poder crecer. No estamos solos, Celso: Estamos rodeados de maleza, especies que nadie necesita habitan sin razón y compiten con los cultivos elegidos. No conocemos sus nombres ni sus propiedades; tal vez las tengan y eso las autorizaría a ocupar algún lugar discreto en el planeta, el jardín o la maceta… Habría que averiguar, investigar, después de desmalezar.
Una moción de orden
(Horacio Ruminal) Mantengo mi moción en esta mesa, entre las moscas familiares. En el decurso de las cosas cada objeto conserva su lugar, asignado por el orden. La casa está en orden: el orden puede ser arbitrario, casual, estructural, aspiracional y popular o espontaneo (Nada más popular que las moscas. Las moscas pertenecen al orden de lo popular, aplastarlas también) Un colectivo orgánico, las moscas. No es fácil identificar a una, respecto de otras; todas se parecen demasiado. Ponerle un nombre no sirve de mucho, casi nunca responden. No reconocen su nombre: Para reconocerla, habría que extraerle una pata, un ala o pintarle la cara color esperanza, o lisamente aplastarla. ¿Quién no aplastó una mosca? En mi tierna infancia, era uno de mis juegos: Las capturaba contra el vidrio de la ventana, con la cortina transparente, y luego procedía a una minuciosa disección: una pata, otra, un ala… Hasta obtener la unidad de un perfecto cuerpo desmembrado, en el que aun podían observarse signos vitales. Los niños son criaturas curiosas, necesitan experimentar, conectarse con la naturaleza para desarrollar empatía, crecer sanos, integrarse al mundo adulto y poder armar, luego, su propia familia. Mantengo mi moción entre las moscas de la casa.
La función del equilibrio
(Dudamel Rambler) ¿Para qué sirve el equilibrio? No hay una respuesta única y unánime, aventuro dos: -Para no tener que salir a buscarlo. -Para acceder a un orden donde poder reproducir las condiciones de producción de equilibrio. ¿Se goza el equilibrio? Entendido el goce por omisión, se goza no padecer su falta. ¿Cómo obtener un equilibrio sano y útil, o viceversa? No sé, me dije y lo agendé (y encontré que ya lo había agendado: me repetía, y dado a repetir, encontré que la repetición es parte de las condiciones del equilibrio) Obtenida una respuesta satisfactoria, avancé a punta de pregunta: ¿Para qué sirve obtener? En principio, para dejar de necesitar: cuando la necesidad cesa, desaparece la tensión con el exterior y se restablece el equilibrio. ¿El equilibrio es una necesidad? No: las necesidades no preguntan, son. ¿No más preguntas? Todo lo contrario, la necesidad siempre genera dudas: es tensión, inquietud, es algo a resolver para recuperar el equilibrio. El sujeto es libre de adoptar las vías que crea convenientes o necesarias. II Hay un vaivén, hay mucho movimiento que se ofrece, y hay muchos buscadores de equilibrio. Es sabido: donde hay una necesidad hay un negocio, o más. El equilibrio es una aspiración sana, compartida por propios y extraños. Un equilibrio sano, es un pleonasmo. Seamos sensatos: ¿qué es la sensatez? No sé, volví a agendar. Pero se cree que nos hace más humanos, como los animales de naturaleza sensata. III Hay un punto, un grado cero de la necesidad y la percepción, en que todo parece ordenarse en simétrica armonía: Habría que detenerse. Me detengo a leer la señalización instructiva: No se detenga, el centinela abrirá fuego. El equilibrio puede esperar, hay otras funciones en espera, pero qué es: ¿una noción? ¿un concepto? ¿sensación? ¿un estado transitorio al que se aspira? El equilibrio genérico, contiene todo lo necesario. Luego, hay otras formas subalternas que cada quien tramita como puede. Un pensamiento bien tramitado, produce un discurso que genera empatía y transmite equilibrio, atráe: Gozamos de su lectura, aun cuando podamos discrepar. Invertimos un tiempo en leer este poema de equilibrios para obtener sensaciones amigables que tributen al placer de reconocerse parte de un equilibrio superior. Invertir en equilibrio es una decisión saludable: Nunca se sabe cuando podemos necesitarlo. IV Otras opciones disponibles: -Es una opción distributiva que reside en dividir las cargas. -Es el resultado de un juego de fuerzas. ¿Es un juego? ¿Un juego en que entramos y salimos? Paso: me reconozco en el juego, pero debo pensar mi próxima jugada. Hay que observar ciertos límites, jugar con responsabilidad y moderación: El juego puede producir adicción. (El equilibrio no sabe ser libre: cuando anda suelto, se pierde)
Juegos de mesa
(Asensio Escalante) Hay un juego en la mesa, la mesa tiene un juego. Hay un juego de mesa en la mesa. Podemos jugar, podemos no jugar: Ella tiene su propio juego, que no afecta mucho la práctica de casi todos los juegos de mesa y viceversa. No soy afecto a esta palabra, ni a los juegos de mesa ¿Cuánto hace que no juego a algún juego de mesa? Hay quienes dedican horas a esos pasatiempos, se entretienen jugando, ganen o pierdan. Yo no: como jugador siempre quise ganar, algo difícil. Hay malos y buenos perdedores, hay juegos que terminan mal. Mejor, jugar solo. II El ajedrez, es de los pocos juegos de mesa que se puede entablar: Ni vencedores ni vencidos. Pero es tedioso, salvo para los que saben, para lo cual han dedicado muchas horas de estudio: hay libros que analizan partidas, estrategias, variantes y resoluciones memorables. Todo está registrado, es cuestión de disponer tiempo, voluntad y deseo. Hay quienes se apasionan con las dificultades del juego. Es entendible, hay quien se apasiona con cualquier cosa: como yo. III De los juegos de mesa, me gustaba la perinola. Me atraía lo azaroso del movimiento giratorio, la pérdida de velocidad hasta el último rodeo, en que ese pequeño cuerpo tambaleante anunciaba lo imprevisible: Se podía ganarlo todo en una jugada… No hace falta saber mucho, ni capacitarse ni entrenar: cualquiera puede jugar, ganar, perder. Como la vida misma: uno se mueve en un sentido, da vueltas, gira sobre su eje, mientras va perdiendo energía, intensidad. Sigue girando trabajosamente sin saber para qué, hasta el último momento en que alcanza el estado de reposo. IV Pero el único juego de mesa al que podía dedicar horas, era el tenis de mesa, o ping-pong, que sí me apasionaba y solía ganar más de lo que perdía. (Cuando se gana, no hay tiempo perdido) Claro que era difícil conseguir mesa para jugar no siendo profesional. No nací para profesional, profeso poco y nunca tuve una de esas mesas, ni el espacio necesario. Aunque la mesa no es sólo un lugar para jugar, y tampoco es el único: Puede que haya más de los que conocemos. Podemos jugar ¿Podemos no jugar? Podemos entablar un diálogo de una mesa a otra, o escribir las memorias de la mesa: Si esta mesa hablara… Cada uno habla de la mesa según le va en ella. Ahora dejo que la mesa haga su juego...
Piedra libre
(Senecio Loserman) Puedo estar equivocado, pero me puedo equivocar. No voy a renunciar a mi derecho al equívoco virtual, virtuoso, exponencial o contencioso. El error no forzado es propio del ejercicio de la libertad. La libertad de pensamiento es condición para producir decisiones de calidad (Hay distintas calidades, podemos calificar en libertad) La libertad debe ser valorada como uno de los mayores bienes a cultivar, dentro de lo limitado de los valores cultivables por humanos. No es lo mismo ser libre que estar perdido. ¿Adónde me perdí? Pregunta el forastero. Una noción perdida puede dar lugar a volúmenes difusos de sentido anómalo degenerando en un cuerpo patológico: evolución nociva de la noción perdida. Pero la evolución produce sentidos encontrados: No toda pérdida es nociva, una carga liberada renueva la ilusión del forastero, del rastreador animal o del animal rastrero. ¿Qué me perdí? Repite la pregunta. ¿La pérdida libera? ¿La piedra perdida es más libre que la encontrada? Conclusión decisiva: No hay un fin propio de la piedra, ni del librepensador empedernido en observar el camino de la piedra. Con piedras erigimos santuarios, deidades, palacios, lupanares. Con palabras construimos objetos suntuarios, consagrando formas a lo inútil. Hay más piedras que palabras: La muerte de una piedra no significa nada (Una piedra no puede morir porque está muerta, deciden las palabras) En cambio, cuando muere una palabra nadie se desvela, ni la vela, ni la menta.