El beso imbécil

(Aquino Lamas)


Un beso imbécil 
es fácil de detectar.

Más fácil, incluso, que
detectar imbéciles.

La imbecilidad genérica
está muy difundida entre
nosotros y suele invisibilizarse:

Somos propensos al engaño
en sus distintos géneros, 
versiones y formatos.

Pero hay algo que no falla,
a saber:  Saber besar no es 
cosa de imbéciles.

Quien quiera o necesite disipar
las dudas en relación 
a la imbecilidad, antes de avanzar
o profundizar la relación, 
sólo tiene que recurrir al beso,
no es difícil.

Aunque hay besos más que dudosos
hay que ser bastante imbécil 
para no reconocer.

Libertades individuales

(Esther Miño)


Hay drones de distinta envergadura,
formas y tamaños.  Algunos son
pequeños como insectos.

Son tan o más disímiles 
que misiles.

Antes de confiar en un insecto
verifica si es real, comprueba 
su condición:  Todo puede no ser 
lo que parece.

Reflexiona en silencio, no lo hables
con nadie; nadie puede estar seguro:
Un interlocutor válido puede ser una
trampa:

Hay un informante agazapado hasta
en los sujetos más inverosímiles.
¿Qué sabemos del sujeto?

Piénsalo en voz baja  (tu voz podría
estar intervenida)

En ocasiones, es mejor llamarse a silencio
y procurar pasar desapercibido:

Hay algoritmos capaces de rastrear 
cualquiera de tus emisiones, hasta las más 
vanas y banales.

En la intimidad inapropiable del sujeto,
nadie tiene por qué saber cómo se
autopercibe, si es que lo hace.

Defiende lo tuyo, tu libertad no tiene
precio; no es un valor negociable
(puede que tampoco sea un valor)

Ciencias ocultas

(Tomás Mercante)


No sabía qué hacer 
con mi producto bruto interno:

Si ponerlo a trabajar a futuro
con los valores de plaza

o desarrollarlo más para agregarle
valor e incrementar las utilidades
optimizando el rendimiento.

Había un problema: 
Si agregaba valor, tendría que afrontar
el impuesto al valor agregado, lo que
reduciría mis márgenes.

Consulté a mi asesor financiero:

-No seas bruto, el IVA se descuenta, se
transfiere a la cadena de valor y nadie
lo paga hasta que llega al consumidor final:

ese que no agregó nada, justo ése, es el que
tiene que pagarlo.  

Es un impuesto perfecto, una obra de arte.
La economía no sólo es una ciencia 
y la madre de todas, es mucho más que
eso y tiene su parte creativa: Es Arte.

-Pero no es un poco injusto que el consumidor
final tenga que pagar por todo lo que ganaron
los agregadores?

-No, al contrario, es el precio que se paga por
ser el último en la cadena. Es un impuesto
pedagógico:  

Nunca es bueno ser el último, salvo en
la fila de los condenados.

El enemigo interino

(Aparicio Custom)



La sabiduría popular suele ser arbitraria,
podemos consensuar, pero  ¿qué no lo es?

Quien esté en condiciones de arrojar la
primera piedra, que de un paso adelante.
Yo paso.

“Las mujeres van y vienen; un amigo es
para toda la vida”

Más allá de los argumentos a favor 
y en contra de esta verdad que debemos
a la tradición oral, surge una pregunta:

¿Y los enemigos?

Creemos que si algo merece el enemigo,
es una valoración justa:

Como sujeto, el enemigo es algo necesario
tanto para el intercambio productivo, como
para el desarrollo sano de una personalidad
bien armada.

La experiencia histórica, demostró que aquello
de “al enemigo ni justicia” no funciona,  salvo 
que se lograra exterminarlo por completo, hasta
sus larvas…

Pero tampoco sería auspicioso; lo necesitamos:
Si algo aprendimos de la historia, es que 
la necesidad de identificar al enemigo es mayor,
incluso, que la de combatirlo.  A menudo, es lo
único que nos une y nos define.

Luego, habrá que hacer justicia y confiar en ella,
aún cuando estuviera cooptada por el enemigo.


II
Debemos desconfiar de quien dice no tener 
enemigos; es probable que tampoco tenga amigos,
ni empatía.

Los apáticos, suelen ser también incompetentes:

El enemigo es esencial para la competencia, que
es lo único que impulsa el desarrollo.

Hay una necesidad recíproca y dialéctica:  No se
puede concebir la evolución sin enemigos  (es
natural que haya grupos marginales que rechazan
el mandato evolutivo)

El desarrollo de nuestras capacidades naturales
y adquiridas, como nuestras mejores artes, no
habrían tenido lugar sin la participación de los
llamados predadores: esos enemigos estimularon
nuestro ingenio, astucia, inteligencia y capacidad
de adaptación.

Nuestros predadores naturales no eran pocos:  
especies de gran porte, temibles criaturas que nos
superaban en todo, menos en astucia, ingenio y
aptitud competitiva.  

Pudimos con todos ellos, y evolución mediante,
resolvimos en problema de esos predadores,
cuyas especies nos resultaban ajenas, y pudimos 
desarrollar los nuestros, que hablan nuestro 
mismo idioma y comparten nuestro sentido de 
pertenencia a la especie superior.


III
El enemigo, además, es intercambiable. Podemos
reemplazarlo a lo largo de la vida y cultivar nuevas
enemistades:  

El enemigo no es para toda la vida.

El enemigo muta, no es siempre el mismo, como
nosotros.  La evolución es un proceso dinámico:

No sería saludable conservar los mismos enemigos
de hace 20 años.  El crecimiento personal, suele ir
acompañado por el cultivo de enemigos de mayor
envergadura; más capaces y competentes.

Llegando a un punto superior de la evolución,
el ciclo se completa y no hay mucho más que hacer:

Son ellos, o nosotros.  Ahí acaba todo y se dirime
el conflicto. El resto es pura especulación teórica,
arbitrariedades sin sustento y batallas culturales
propias del discurso ideológico.

A la hora de la verdad, no hay muchas vueltas:

Son ellos o nosotros.

(Es de esperar que se impongan los mejores,
como siempre ocurrió)

El enemigo interno

(Aparicio Custom)


Entre los animales enemigos, algunos
suelen resultarnos desconocidos, o bien
pasar desapercibidos aunque compartan
nuestro hogar y convivan con nosotros.

Tal es el caso de ciertos organismos,
conocidos como insectos oportunistas.

Un ejemplo: lepisma sacharina, a quien
conocemos como pescadito de plata, 
pececillo del azúcar o come santos.

Es muy pequeño, plateado y se parece
a un ciempiés; alcanza los 12 mm. Y
prefiere los lugares húmedos y oscuros.

Se adaptan muy bien a las páginas de 
libros poco frecuentados (tal vez por
eso no solemos verlos)

Los santos no se comen, pero hay
metabolismos para todo, y todos
podemos ser parte de alguno: Es bueno
estar informado (aunque a veces, el
conocimiento llega demasiado tarde)

Estos insectos se alimentan de azúcares,
que obtienen de diversas fuentes, como
la celulosa; lo que explica su afición por
los libros: Es recomendable una hojeada
periódica a aquellos volúmenes que nunca
leeremos.


II
Estas criaturas insignificantes, son mucho
más antiguas que nosotros y casi todas las
especies conocidas que aún subsisten.

Son inofensivas: no afectan la propiedad,
no pican, no roban sangre, ni transmiten
enfermedades. No ensucian, ni emiten
ruidos indeseables, pero pueden atraer a
especies más molestas si no se los controla,
como los ácaros.

Tampoco se dejan acariciar, no sirven como
mascotas y no nos prestan ninguna utilidad
hasta ahora  (han tenido tiempo suficiente) 

Por el contrario, son capaces de comerse una
letra o una palabra, acaso esencial para la
comprensión del texto que alguna vez leímos
y podríamos releer, o peor: del que nunca
leeremos.

Lo mejor y más seguro, es combatir a todos
los insectos oportunistas y a los sospechosos,
antes que su reproducción resulte incontrolable:

Para especies invasoras, agresivas y oportunistas
estamos nosotros y es más que suficiente.

Nuestro hogar es sagrado, cuidémoslo como un
santuario y cerremos las puertas a los come santos.

(Hay un libro que explica 
en forma práctica, amena y divertida 
como deshacernos de esta porquería)

***

El éxito secreto

(Horacio Ruminal)


Era un ganador nato,
lo supo siempre,  pero
era reacio al protagonismo;
no toleraba la exposición:
No quería sobresalir.

Sabiéndose ganador
desconfiaba del éxito
-la humildad, puede jugar
en contra-

Un ganador nato
condenado a disimular su
condición:  Nadie supo
reconocerlo como tal.
La vocación, puede echarlo 
a perder todo.

Un ganador total, que supo guardar
el secreto:  sólo gozó de su propio
reconocimiento.

Un ganador hecho y derecho
que nunca tuvo techo, y supo
disfrutar en soledad esa falta.

Un ganador perfecto,
al que nadie recuerda…
Acaso fuera ese, su verdadero éxito.

Era un ganador nato.
Lo ganó y lo perdió 
su vocación por el anonimato. 
 
***

En Tangos de ultraamar
Ed. El papemor alzado (1971) 

Especies dudosas

(Senecio Loserman)


Dudaba entre una planta aromática
y una inodora;  entre una planta de
interior o una para la intemperie:
No dispongo de mucha intemperie.

Dudaba entre una planta ornamental
y una comestible, entre una planta de
estación o una perenne.

Dudaba entre una siempreviva 
y una efímera, entre una trepadora
o una rastrera o bien, alguna más
sedentaria.

Dudaba entre una planta con flor
o una que se sepa que no florece:
las flores son vistosas, pero pueden
atraer insectos indeseables.

Además, después de florecer
casi todas declinan y hay que
reemplazarlas.

Algunas no dan flor, pero se reproducen
como locas, empiezan a emitir hijos
y no hay maceta que aguante.

Mejor una que no se reproduzca
y se mantenga siempre igual,
sin requerir muchos cuidados:  Pensé 
luego de superar las dudas precedentes.

La planta artificial reúne esas condiciones,
pero ya tuve y se me murió.

Las plantas tuberosas son vistosas
y apacibles, pero bastante delicadas
salvo la batata que trae mala suerte.
Y no me gusta la palabra tuberosa.

Me ofrecieron una carnívora
que me pareció atractiva, pero soy
vegano y ni pienso en andar comprando
carne para ella:  Las carnicerías me 
producen más rechazo que la carne…

Al final, después de descartar otras
opciones, me dejé seducir por una
planta omnívora:

Se arregla con cualquier cosa, no
le hace asco a nada y es muy compañera,
me dijo el titular del vivero.

Y en voz más baja, casi imperceptible,
agregó:  casi como nosotros.

¿La Historia vuelve a repetirse?

(Helena Mora)


Tu copa es ésta, y la llenaste…

Perdón, estás en un error, yo no llené
nada y esa copa nunca fue mía.  La
mía es ésta.

Bueno, no creo haber tomado tanto como
para confundir una copa.  Podría probarlo,
pero desconecté la cámara de seguridad
(por respeto a nuestra intimidad)

No es mi problema, yo nunca tuve dudas
con mi copa, que siempre fue ésta.

Está bien, olvidémoslo y brindemos por
este encuentro, o reencuentro…

Desencuentro querrás decir.  Me invitás a
recordar viejos tiempos y venís a cuestionar
el tema de la propiedad… Siempre tuvimos
opiniones encontradas; no sé a qué querías
llegar, ni sé para qué vine…

No me parece que sea tan importante eso,
es sólo un error de apreciación, una diferencia
perceptiva.  Puede pasar, somos distintos y las
copas son idénticas  ¿Qué importa la propiedad?

Claro, ahora te querés desentender de lo que
armaste deslindando responsabilidad.  La culpa
es mía  ¿no?  Sí, es mía, siempre tuviste esas
ideas raras y anacrónicas, y yo lo sabía… No
debí aceptar la invitación.

Bueno, podemos tener diferencias… Las copas
son iguales, son las mismas…

Sí, las mismas de hace justo un año.  En un año
pueden cambiar muchas cosas, pero vos no
cambiaste… ¿A quién se le ocurre, a esta altura,
seguir cuestionando el valor de la propiedad y
su función social?

De acuerdo, dejémoslo ahí.  Tomá la que quieras
y brindemos.   La propiedad no es todo…

No, claro.  Ustedes ya la hubieran abolido… No
quiero ni pensar cómo estaríamos.  No hay más
que hablar; quedate con tus copas y disfrutalas:
¿Sabés qué?  Vos siempre fuiste un cuatro de copas.

Pueblos elegidos

(Tomás Mercante)


El pueblo estaba solo, General, hasta
que Ud. se le apersonó para conducirlo.
Se lo deben todo, un pueblo 
sin conducción no va a ninguna parte.

-No es para tanto, compañero. Un hombre
no puede hacer mucho; los hombres
pasamos, algunos sin siquiera ser registrados
por la Historia y otros con una misión.
Pero la voluntad del pueblo todo lo puede,
hasta cierto punto:  
Su vocación es inquebrantable, a diferencia
del hombre. Y si la soledad es su verdadera
vocación, el pueblo volverá a estar solo.
Uno pasa, puede hacer Historia, pero no 
mucho más.

Pero Ud. les mostró el camino, General, y
los empoderó como sujeto histórico.  Por
eso sigue siendo el verdadero y único 
líder popular:  la verdad resiste al tiempo.

-Todo eso son palabras, compañero, como
la palabra compañero; suenan bien pero no
alcanza… La verdad es otra cosa, la
oportunidad histórica ya pasó, y el pueblo
no tuvo vocación de aprovecharla.
Yo lo advertí:  Sólo la organización vence 
al tiempo; pero entendieron mal y se 
organizaron en otro sentido.  No puede hacer más, 
un hombre solo no puede hacer mucho…
Las palabras pasan, fijesé que ya nadie habla 
del pueblo:  se murió.  Ahora los políticos evitan
nombrarlo, hablan de colectivos, sectores, 
segmentos poblacionales… Y también hablan de
oportunidades, desafíos, consensos y otras cuantas
macanas.

Perdonemé, General, pero creo que Ud. nunca
estuvo solo…

-La única verdad es la realidad, y la realidad
nunca es lo que parece.  No se deje llevar por
apariencias:  Fijesé quienes me rodeaban…
Un hombre solo no puede hacer mucho.

¿Y por qué, sabiéndolo, se dejaba rodear por
ellos?

Un hombre solo no puede hacer mucho, y no
siempre podemos elegir.  Sabíamos que no era
muy bueno eso, pero lo otro era peor.

II
Eran tiempos complicados, el mundo estaba dividido
y entendí que adoptar la tercera posición era lo
correcto; una estrategia con visión de futuro:  Desde
ese lugar neutro se podría negociar en mejores
condiciones con el que ganara.
Pero muchos no lo entendieron, y en ese clima de
reivindicaciones desmesuradas para el pueblo, hubo
que luchar, también, contra la infiltración.  Ellos
agitaban, sembrando confusión, buscando apoderarse
de las luchas populares y llevarlas en otro sentido.
Su consigna “cuanto peor, mejor” apuntaba a una
supuesta revolución, que era ajena al sentir del pueblo.
Nosotros queríamos la paz y el estado de bienestar, 
ellos apostaban al caos y la violencia:  Las revoluciones
son violentas, y siempre producen víctimas.
En cambio, el pacifismo siempre fue una de nuestras
banderas.
Pretendían transformar nuestro movimiento en otra
cosa, captaban a jóvenes incautos con ideas foráneas
y fantasiosas, como la lucha de clases.

¿No es aplicable esa teoría a nuestra sociedad, o es 
que resulta errónea en general, General?

-Yo lo expliqué, con paciencia, más de una vez. 
Conozco una sola clase de hombre:  el que se
somete.  No lo entendieron, estaban sometidos a
su ideología disolvente y frustrante para las
aspiraciones populares. 
El hombre necesita someterse:  A una mujer, a un
patrón, a sus superiores o a su partido; a una bandera,
una divisa.  Podría seguir… Pero ¿para qué?
Mire de qué sirvió mi enseñanza, mi lucha…

¿Está arrepentido, General?

-No, un hombre cabal e íntegro, que ha sabido ser
determinante y dejar su huella indeleble en la
Historia, nunca se arrepiente.
Pero si tuviera la ocasión de volver, lo pensaría mucho
y probablemente optaría por la abstención.  Yo ya hice
lo mío, y creo haber salido airoso del juicio de la Historia.

¿Se siente solo, General?

Ciertamente, pero estoy acostumbrado. Provengo de ese
pueblo que siempre estuvo solo:  Soy uno de nosotros.
Y llevo en mis oídos la más maravillosa música...

Efemérides (versión actualizada)

(Aquino Lamas)


Un día como hoy
llovió,
otros no.

No hay día iguales
ni idénticos; en cambio,
hay recursos retóricos
para igualar:

Un día como hoy
pasó de todo, a diferencia 
de hoy que llovió un poco
y paró…

Sin embargo, obtenemos la
equivalencia con la frase 
mágica y logramos que los
días tengan todos el mismo
valor, o equivalente.

(Un logro bastante valorable: 
sin equivalencia no hay intercambio)

Luego, el emisor dispone de una
libertad como ésta para agregar tanto
valor como desée al día indicado más
arriba  (los días no difieren mucho)

Averiguar el valor de un día
cualquiera, hoy resulta bastante fácil.

Un día como hoy
se pudo establecer el valor del día.

Después llovió y hubo otros días 
que pasaban en el mismo sentido,
pero el día había sido puesto en
valor y desde entonces eran todos
intercambiables.

A partir de ese día,  (un día como hoy)
entendimos que, lloviera o no, había 
que defender los valores, algo esencial
para mantener un intercambio sano.

Después llovió, pero siempre que llovió
paró.