la risa no siempre es un sacramento

(Carlos Inquilino)

En el sosiego del ayuno cuaresmal,
la risotada del risoto no alteró
el humor de los comensales en servicio.

Una bocanada de aire puro o semipuro
entró por el tragaluz del excusado.

No faltaba nada, ni en la mesa, ni en 
el aire protocolar circundante.

De pronto, un brillo algo excesivo para
ser natural, atrajo de los cuerpos las miradas.

¡Una molécula de pus divino!  

Reveló un observador independiente, que
acompañaba de oficio a un asesor del
secretario adjunto.

Damos fe, respondieron los cuerpos
presentes al unísono, ante la luz sagrada,
sesgada y cegadora, y el beneplácito del nuncio.

Estaba claro:  era un mensaje divino.
En una muestra de empatía Suprema,
el Creador envía sus anticuerpos cargados
de pureza incontestable.

Un mensaje de Amor de nuestro Autor,
Amor sobrenatural, casi tan perfecto
como infinito…

Sin duda, coincidieron todos los presentes,
era la señal que autorizaba a levantar el
ayuno.

(No hubo ninguna risotada, por parte
del risoto)

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