(Onésimo Evans) El poema fluye a través de las palabras que lo ocupan. No existe por fuera de ellas, esos signos arbitrarios aptos para ocupar cualquier vacío. El poema, puede existir en silencio y cursarlo con fluidez, pero no puede prescindir de palabras: son su materia contante y sonante. Se las puede medir, contar, adulterar, malversar y poco más (Podría inventar una palabra, adoptarla, solventarla, patentarla y defenderla hasta perder la vida. O limitarme a jugar con ella: los poemas son juegos de palabras, gozamos de libertad para jugar, a sabiendas que todo juego está compuesto de límites. Los juegos son secuencias que se repiten, observando ciertas pautas aceptadas por los o él jugador ocasional -hay juegos que sólo se pueden jugar solo- Secuencias, como las palabras que ocupan el poema: secuencias que suceden dentro de sus límites, siendo parte de una continuidad que lo excede y determina) Materia intangible, fungible, recurso renovable y substancia sospechosa: toda palabra, significa más de lo que dice. Materia cuya vigencia permanece, se extiende más allá de los cuerpos y sobrevive al poema acabado, y a todos los poemas. El poema logrado, es aquel que sabe reconocer sus límites: No espera milagros, ni ofrece otra conclusión.
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Salmo para elongar a solas
(Tomás Lovano) Me olvidé de babear rezaba en comunión perfecta ante un receptáculo de voces altamente comunitarias Me olvidé de volver a velar lo ya velado y a beber lo ya bebido, rozaba la plegaria del deseoso reseteado: de restos de rezos descompuestos armamos la oración que audaz se eleva sólo bajo receta. Me olvidé de rezar Me olvidé de repetir Me olvidé de archivar y publicar Me olvidé de alistarme y registrarme (Puede ser que incurra en algún olvido involuntario, o más) No respondo preguntas no deseadas Por el momento no deseo otra cosa: Me olvidé el archivo en el bidet entre los víveres del baño y el rebaño de cadáveres sin procesar (la procesión va por dentro: la cara vana pasa de un estado a otro) Me olvidaba: Ví a dios babearse en un video (no lo copié, me olvidé, pero existir existe, como que hay Dios. Aunque no se consigue quien lo edite) Ante la imagen divina me olvidé de rezar, pero ya pasó, ya lo olvidé: puede pasar y volver a pasar: todo está guardado en la memoria, desde nuestras lejanas babas primordiales.
La espuma y el poema
(Ricardo Mansoler) Ante una gota de espuma que vacila surgen preguntas exitosas como brotes, que pueden agotar la módica experiencia de los cuerpos, amén del cuerpo del poema. Un poema no se hace solo con preguntas. Un poema no se hace solo con espuma. ¿Cuánta espuma necesita un poema? ¿Estamos consagrando suficiente espuma? Toda emisión es lenguaje, algunos nos son ajenos: Hay un lenguaje propio de la espuma, ajena o propia, que habría que descifrar: la espuma tiene sus códigos. Hablemos de mi, dice la espuma que vacila: No somos una, ni todas buscamos lo mismo; no aspiramos a la unidad ni profesamos descendencia de sentidos verticales. Hay espuma genérica y específica, tóxicas y benéficas, inocuas y sospechosas. Hay espuma ascendente y descendente, entrante y saliente. Y hay una espuma que es siempre vigente. Hay una espuma auténtica, genuina, y una espuma espúrea. Hay espuma amiga y enemiga, y las hay que saben cambiar de signo. Hay espumas sintéticas, inorgánicas y hay una espuma histórica, atávica, ontológica. Pero hay mucha espuma efímera y apócrifa. II Vacilo ante esta gota de espuma: Calibro las opciones posibles para el poema de espuma. Quiero agregar opciones, pero vacilo. Quiero agregar espuma y naufrago. Quiero escribir escribir pero me sale esp. Quiero escribir espuma: espere, vuelva a intentarlo más tarde. La espuma puede esperar, el predictor prefiere que la espuma espere: Puede que una parte de espuma sea espam. El poema epasmódico sabe esperar, no todo lo que reluce como espuma es. Difícil determinar con precisión qué espuma es pura y cuál espúrea. ¿Hay una espuma propia del poema y otra ajena que lo excede? ¿Se debe disponer libremente los excesos? ¿Retirar y entregar en mano a un recuperador urbano? III La espuma espera: hay decisiones que deben esperar. La espuma es, escribo a orillas de un río de espuma que nunca es el mismo. La espuma es un fluído vital para la mampostería del poema, pero hay que evitar los excesos. Una vez cometidos, removerlos puede resultar agotador: siempre hay una gota que rebalsa, o vacila y se mantiene ajena a las necesidades del poema, generando más dudas que certezas. Hay gotas que sólo son excesos.
Soberanía poética
(Aquino Lamas) El poema pude contraerse, dilatarse, contraer otros sentidos y contagiar a otros. Puede autolimitarse en volumen y extensión para ganar intensidad y altura. Puede ser medido, evitar excesos y reducirse a un mínimo de voces. Puede concentrarse en una sola idea o en la sola emoción que emite una palabra. Puede observar límites, desafiarlos o reproducirlos a voluntad hasta obtener la consistencia deseada. Puede dar un salto al vacío y pedir tres deseos, dos, uno o esperar otra vuelta -todo vuelve- Puede saltear algunos pasos para apurar el fin evitando el colapso de la propia contracción y obliterar la falta sistemática. Puede abrir un compás de espera y vacilar ante la presencia de un vacío legal.
Equilibrios libres
(Carlos Inquilino) El equilibrio está servido, en la mesa familiar, la mesa madre en que amasamos y fuimos amasados, en las distintas mesas del mundo con vista al horizonte, a un tragaluz o a otras mesas a imagen semejanza. El horizonte se mantiene idéntico a sí mismo -aunque no lo veamos- Sabe conservar su lugar y sabemos que es igual a la suma de sus ángulos internos. No tiende ni pretende. No crece ni apetece. Nos observa en equilibrio ir y venir a nuestras mesas naturales: con familias que crecen o decrecen o sin ellas. Las mesas permanecen en función (pueden requerir algún mantenimiento en el tiempo, para prolongar su servicio pero una buena mesa puede sobrevivir a generaciones de comensales, como el horizonte) El equilibrio está servido: Nos sentamos a la mesa y disfrutamos del paisaje natural del alimento balanceado. El equilibrio es esencial para la mesa y sus frecuentadores: comensales, jugadores, especuladores, soñadores, saboteadores, activistas, lectores, escritores, aspirantes. La mesa expresa equilibrio, más allá de formas, tamaños y de la calidad de sus materiales. La mesa es equilibrio: no sería mesa si no cumpliera esta condición. Puede tener algún juego, como esta mesa que se mece. Pero no afecta mucho su función: basta nivelar alguna de sus patas para solucionarlo. No es mi caso, no tengo nada en contra de los juegos de mesa. Son de una doble utilidad para el conocimiento: En el juego y en la mesa se conoce a las personas. Entre sus prestaciones casi ilimitadas el equilibrio nos observa ensayar, alterar formas, combinar materias para obtener sentido: sentidos que tributan a equilibrios. Entre sus prestaciones casi ilimitadas la mesa sirve, continua en servicio aún después de levantar la mesa: Sirve para pensar en otras cosas, en otras mesas, mesarse las barbas y concebir alguna desmesura, o contribuir al equilibrio universal formulando poemas sobre la utilidad del equilibrio.
El discurso del sentido
(Epifanio Weber) En todo discurso hay, al menos un sentido manifiesto o denotado y otro connotado. Puede haber más de los necesarios y puede haber más sentidos que necesidades. Hay cientos de sentidos, todos incontables, aunque no infinitos. Lo esencial, lo define este enunciado: El sentido es útil o es dudoso. (ante la duda, es receptor puede alejarse, en un sentido, o vacilar hasta encontrar su utilidad) Puede resultar útil detectar y aislar los distintos sentidos que conviven en un texto, una frase, una palabra: O no. El sentido pasa, circula como el sonido y como la metáfora. Todo sentido tiene una vida útil salvo el sentido de la vida, que se desconoce. II El poema, puede producir su propio sentido, a partir de otros. Puede invertir, alterar, adulterar funciones, pero es siempre parasitario: vive del sentido ajeno. Sonido y sentido pueden concurrir, circular en comunión en una dirección, pero son independientes. La búsqueda obsesiva de esta unión artificial suele producir resultados dudosos o indeseables (El deseo, es capaz de atribuir sentido a cualquier cosa, aunque es el principal insumo del poema) III El sentido no se mide, carece de volumen y es ajeno a magnitudes, valores, decibeles. En el discurso, normal o patológico, hay sentidos dados y velados: algunos suelen mantenerse ocultos para casi todos. Pero la poesía es revelación, aunque sus principios no pueden ser revelados. Velar es mi ejercicio, escribía un poeta reconocido. Quiero laurearme pero me encebollo, explicaba la espuma del poeta laureado antes de laurearse: Entre sentidos dados y velados están los atributos del azar, que no reconoce fieles entre jugadores, oficiantes, practicantes, y aspirantes: el poema da sentido a todos, es dador, se ofrece para que cada quien encuentre el sentido que merece. El poema es ajeno a los niveles de comprensión de sus lectores tanto como a los laureles. No da respuestas ni ofrece explicaciones: apenas da sentido y no reconoce fieles ni recibe donaciones. Entre sentidos dados y velados, destinos aceptados o resistidos. Entre ejercicios anacrónicos, laureles, el poema -dador, revelador- se pronuncia: no des ni veles.
El nadador armado
(Onésimo Evans) El nadador armado nada, nada entre cardúmenes, cadáveres. De lo que conoce nada lo anonada. Y de lo que no conoce casi nada. Confía en su armadura, en su armazón, en el manejo de las armas que conoce. El conocimiento es un arma y sirve para reconocer al enemigo (el enemigo puede ser un experto nadador armado) Con conocimiento, avanza con disciplinada displicencia entre las ciencias blandas y las duras, nada. El nadador blande su alma, (dura o blanda según las circunstancias) con la confianza del conocedor y la fe que provée el armamento provisto. El nadador avanza: sabe nadar su alma en aguas turbias, calmas, estancadas o agitadas, profundas cenagosas o servidas. La vida es lo que nadas, se anima mientras nada. No piensa en lo nadado ni calcula lo a nadar: Sabe que nada, es todo lo que necesita saber para nadar sin que nada lo anonade. El nadador armado nada teme, sólo avanza, sin novedad y en avanzado estado, se arenga repitiendo: ¡Vamos, que todavía no hemos nadado nada!
La formación poética
(Amílcar Ámbanos) Después de la manufactura de un poema relevante, otro excluyente, uno imperfectible, alguno que otro vacilante más el poema envidiable y muchos irrepetibles, me propuse un nuevo desafío: un poema de morondanga (para crecer, hay que fijarse metas, ampliar el horizonte y elevar la vara: hay que probarse en distintos campos, superar obstáculos, conectar con la propia abundancia y demostrarse capaz de todo) Puse lo que había que poner, hice lo que había que hacer. Medí la calidad de mis decisiones y me entregué a la aventura del poema, sin abusar del error no forzado y evitando los excesos. (Sin esfuerzo y voluntad o hay resultados) El resultado: Quería escribir un poema de morondanga pero obtuve uno cualunque. Moraleja: No siempre hace uno lo que se propone, pero sólo se aprende del fracaso.
Camino y piedra
(Ricardo Mansoler) He perdido una piedra en el camino. Había otras. Ahora estoy perdido, como mi piedra, que ahora es parte del camino. Nadie repara en una piedra que se pierda, hay otras, son muchas y todas pueden ser parte del camino. Hay quien pone piedras en el camino, quien las sabe sortear y quien las pierde: Ahora soy de los que pierden. Perdido por perdido, entre piedras ajenas sigo mi camino, que tal vez sea otro: No hay mucho que perder.