(Onésimo Evans)
No corrijas ni nades
en las aguas asépticas
de la corrección genérica.
Ante una vocación incorregible
conviene vacilar, y preguntar
por el sentido en que se nada.
No corrijas ni nades,
ante las filiaciones del gusano
cualquier observación es aleatoria.
El error es tan humano
como el corrector libre y soberano.
No corrijas a naides.
Nadie es quien para evaluar
a naides (hay entes calificadores,
correctores de estilo y verificadores
independientes)
Hay mucho que ignorar,
no ignores.
¿Existe el éter?
¿A qué velocidad se descompone
un sacramento?
¿Qué es la atracción a sangre?
¿Se puede producir sentido en el vacío?
¿Qué nos atrae de él?
¿Cuánta atracción puede soportar un cuerpo?
¿Somos capaces de atraer las inversiones que
merecemos?
Escalas y valores, vacilan
en el fluído nativo que te mece,
¿sabés nadar? ¿te recibiste?
Todos somos receptores y dadores,
nadador, nadadora.
Y siempre habremos justos y pecadores.
Nada adores, nadadore.
Si la ambición descansa en el pecado
y la codicia es vana, no te vanaglories
en tu código de barras, ni te regocijes
en el error ajeno y no forzado.
No corrijas ni nades
(en aguas extintas o estancadas
no hay corrientes)
El error no es un accidente,
es un camino humano, a saber,
como el pecado.
Y el que peca tiene el futuro asegurado.
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